En siete días estaré cumpliendo 33 años. Fuera del muy bíblico – aunque herético – chiste de estar a punto de cumplir edad justa para ser crucificable, no puedo evitar las reflexiones que, de un número tan singular se derivan. Supongo que, además de que a Jesús le hayan crucificado a esta edad, y el asunto aquel de los masones y el grado 33, debe haber un sinnúmero de explicaciones, esotéricas y científicas para que exista esta extraña fascinación por un número que, en otras circunstancias, parecería bastante gris.
En fin; en siete días – y mi mamá diría ‘si Dios quiere’… me he descubierto diciendo esta frase más y más – estaré cumpliendo 33 años. Nada hay de fantástico en ello, pero este fin de semana dióse la coincidencia de haber podido dedicar algunos minutos, y quizás horas, al estudio de lo que tenía guardado, por no decir arrumbado en cajas y cajones nunca abiertos. Entre casas de familia, departamentos de estudiante y bodegas de instrumentos y cosas peores, debo acumular al menos una decena de espacios que alguna vez han tenido cajas y trebejos míos. Mi papá, en su pragmática – pero tierna – sabiduría, dice que si alguna vez te cambias de casa, y no llegas a abrir una caja en los siguientes tres años, es porque realmente todo lo que está en esa caja no te era necesario. De modo que él opta por tirar caja y contenido. Yo no puedo hacer esto. Nunca, creo, he tenido apego a las cosas. Pero sí a lo que las cosas evocan. ¿Es esto un sofisma, una de mis tretas? Yo creía que no, pero cada vez estoy menos seguro de que lo que pienso tenga un ápice de verdad. Debo estarme haciendo viejo…
Como sea, abrí un cajón con cosas que hace más de 8 años no he requerido. Algunas de ellas eran, en verdad, cochinadas que debí tirar hace muchos años: el catálogo de los modelos de plumas Parker de 1992, los 6 programas que logré rescatar de cuando Mannheim Steamroller estuvo en el Auditorio Nacional al principio de los 90s, el resultado del examen de admisión a Ingeniería Biomédica en la Universidad Iberoamericana en 1996… Otras cosas, sin embargo, son verdaderas cápsulas del tiempo que, con mis 33 a cuestas, explotaron con violencia: las cartas de uno de mis mejores amigos de la secundaria, con quien hoy hace años que no intercambio más que saludos cordiales, las fotos de las niñas del Instituto Miguel Ángel de 1994 - que, en precio record, llegué a venderle al Campeche y al Cremoso en $8,000 viejos pesos… ¡era una fortuna, considerando que la Coca Cola, en la tienda de Mariano, costaba $700! ¡A ver, hagan cuentas! -, las cartas de Navidad que mi mejor amiga me dio en diciembre de 1992 con la explícita instrucción de no abrirla sino hasta la medianoche del 24… y muchas cintas DAT con contenido desconocido.
Las cintas DAT (Digital Audio Tape) fueron el único medio digital de grabación al que el usuario semiprofesional tuvo acceso por varios años. Eso y el DCC (Digital Compact Cassette). Misma historia que Beta y VHS. Sólo que ahora ganó Sony con el DAT.
Por causas que todavía desconozco, a mi papá lo embaucaron diciéndole que era el formato que iba a sustituir al cassette en pocos años. Infames… recuerdo que las cintas, cuando yo llegué a comprarlas – dado que el único usuario fui yo, ¡claro! – costaban $240. Unos $1,500 de ahora. Agradezco, sin embargo, que mi papá se haya dejado embaucar. ¿O todo fue parte de una de sus estratagemas? ¿Sabía que tiempo después sería el mejor regalo que yo pude pensar? No lo sé, supongo que le voy a pedir razón de este extraño aparato tan pronto tenga el buen tino de dejar de escribir tonterías y ponerme a investigar cosas igualmente banales, pero con cierta utilidad histórica.
Permítanme explicar por qué y para qué usaba estas cintas. Siendo el único formato digital que permitía grabación, y cegado por la palabra de ‘Digital’ – como nos ocurrió a todos los villamelones que tiramos a la basura el tornamesa y lo cambiamos por un reproductor de CD… para después enterarnos que el LP era mejor en muchos sentidos – yo discurrí que mis inexpertas y definitivamente MUY aficionadas secuencias en mi sintetizador – Yamaha YS200, con un bonito secuenciador integrado, con 8 pistas y, por supuesto, polifonía máxima de 8 voces… creo que los celulares que venden en el metro tienen 8 veces esa capacidad – debían tener un medio que pudiera preservarse. Por cierto que después se añadió a esta colección de juguetes un Roland D-20, con unidad de floppy disk integrada! Prodigios del mundo moderno… bueno, moderno de aquellos años.
Me estoy extendiendo demasiado en un tema sin importancia: encontré más de 40 canciones que grabé entre enero de 1991 y junio de 1995, cuando tenía entre 13 y 17 años en dos, y a veces tres teclados – cuando podía escamotearme el de la secundaria, ¡tenía más sonidos simultáneos para hacer pistas!. De estas, solamente 3 ó 4 deben ser de mi autoría. Gracias a Dios – ahora sí, ¡mi madre me enseñó bien cuándo invocar a Dios en mis textos! – las letras de estas canciones están perdidas. La música, no obstante, la pude escuchar ayer por la mañana. Ah… eso y la única grabación que hay de un Pie Jesu de Fauré que canté como solista en junio de 1989. Por cierto que escuchar esta y corroborar que soy yo, es prácticamente un acto de fe… ¡en mala hora alguien discurrió que las grabadoras de reportero eran buenas para cualquier circunstancia!
El 80% de estas canciones, deben ser pistas mochas que hice para Ciudad Nueva Marista. O mejor dicho, so pretexto de Ciudad Nueva Marista. Guardadas las bestiales proporciones, me imagino que si Bach escribió tantas Cantatas, es porque era lo más taquillero – sin contar con que era la Iglesia la que ponía la papa en su mesa – y porque era la realidad con la que convivía día a día. Bueno, en versión rastita, yo tenía a mano Ciudad Nueva Marista. Encontré las pistas que hice para los Festivales de la Canción, las que hice para Yvette en 1995 – y estas sí, ¡cantadas! ¡Y yo que pensé que en prepa yo tenía ya voz de tenor, sin saber que sonaba a mezzosoprano! –, los temas de presentación que tocábamos en la Coral Marista del Instituto, la obertura de una obra de teatro que nunca llegué a escribir…
Todo esto encontré en un buen número de cintas DAT sin título ni índice. ¿Qué saco de todo esto a mis 32 años y 358 días? Algunas lágrimas. Muchas risas. Sorpresa. Miedo. Recuerdos. Certeza. Satisfacción también.
Hoy puedo confesarlo: ni en aquel entonces pensé que estas cosas eran perfectas. Es más: sabía que el resultado era bastante patero, y hasta un poquito mediocre, pese a dedicar noches y madrugadas intentando hacer mejores pistas, arreglos menos monótonos, interpretaciones menos brutalísticas. Creo, sin embargo, que escuchar lo que en su momento acepté como el trabajo más pulido y decente para lo que mis capacidades daban, pone mi concepto de perfección en una perspectiva muy interesante…
¿Será quizás que en algunos lustros volveré a encontrar algún DVD-R (‘Te acuerdas que eran delicadísimos y que los tratábamos con mucho cuidado pa’ que no se rayaran? Ah, ¡qué tecnología tan arcaica!, ¿verdá, tú?’) o un disco duro de 500 Gb (‘¡Mira, ternurita de disquito!’) con las cosas que hoy hago y diré: ‘¡Hey… hay un par de cosas que valen la pena!’?
Para mi egoteca, tengo que decirlo: de alguna retorcida manera, me gustó lo que escuché. No los expondré al terror de escucharlo, pero me gustó por la inexperiencia, casi ternura que muestra, la experimentación, mis primeros encontronazos con el protocolo MIDI… por ver que algo he aprendido en estos casi 20 años, y que aún entonces, había un par de cosas que valían la pena :)
Hoy escribo desde un Boston gris, a siete días de mi cumpleaños 33, y a dos días de Thanksgiving. Un breve receso antes del periodo más pesado del semestre. ¿O es que quizás no ha dejado de ser pesado? Los proyectos finales están a la vuelta de la esquina. Algunos van a ser cuestiones puramente formales: dedicar las 4 horas que calculo me tomará el ensayo para ‘Arte en Roma Antigua’, preparar los temas para ‘Técnicas de acompañamiento para cantante/pianista’. Otros, probablemente, serán los retos para los que dedicaré noches y madrugadas… y que quizás quemaré en un DVD-R y enterraré en una caja por 19 años más. ¡Ojalá estemos juntos entonces, y podamos compartir otra incursión al baúl de los recuerdos!
Con amor,
Paco
2 comments:
Paco! es hermoso ver el baúl de los recuerdo, y bueno ya veo que tienes muchos recuerdo y muy bonitos. Qué hermoso!.
Yo hubiera deseado poder guardar todo así por años, pero las circunstancias no lo permitieron, y mi carácter tampoco, jajaja. Cada año tiro cosas!. Y sí, bueno, ya en este mes me dí la arrepentida de haber deshéchome de una, jajajaja. Besos y sigue escribiendo.
Man, estoy seguro de que en algún lugar del mundo, alguién estaría interesado en ser el feliz poseedor de un catálogo de los modelos de plumas Parker de 1992, o de uno de los programas de Mannheim Steamroller en el Auditorio Nacional.
De tu resultado del examen de admisión a Ingeniería Biomédica en la Universidad Iberoamericana en 1996, i'm not really sure jaja!
Te entiendo perfecto, es muy difícil deshacerte de las cosas que te han acompañado en alguna etapa de la vida, que experiencia ten increible es evocar momentos pasados.
Anyway, me dió mucho gusto saber de tí, espero nos veamos pronto.
Mientras tanto te mando un fuertisimo abrazo! Felicidades adelantadas y ya sabes, cuidate de las cruces como la princesa Aurora se cuidaba de las ruecas!
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