Hace no muchos años, quizás diez, llegó a mi vocabulario el término 'Jamaicón'. Según citó un entendido en la materia, le debíamos este urbano término a la jerga futbolística. Decíase que había existido un portentoso jugador mexicano con este mote. Sale. ¿Y luego? Bueno, la particularidad del individuo en cuestión es que era no sólamente bueno, sino buenísimo. Sólo había un detalle en la ecuación: en cuanto jugaba fuera de casa, la distancia y la nostalgia lo hacían cachitos. Me parece importante destacar que, para añadir dramatismo a la historia, quien me la relató aseguraba que el protagonista se había desempeñado en el otrora glorioso Zacatepec. Pues sí... el Zacatepec llegó a jugar en la Primera División y a ser campeón en dos ocasiones, pero hoy juegan en 3a división. Pero ese no es el tema.
Decía yo que el relato marcaba a un tal Jamaicón como el responsable del triunfo del Zacatepec. Para efectos de romanticismo futbolero (?) eso suena muy bien. Pero hoy por hoy, mi estricto sentido de responsabilidad (??) me ha llevado a buscar en un buen número de fuentes quién fue el mentado Jamaicón, y cuáles fueron las consecuencias de sus infortunios.
Así, y con la sola aclaración de que relatarles esta historia (y que la lean, ¡obvio!) es de estricta necesidad para poder comenzar este blog, me arranco.
José "El Jamaicón" Villegas nació en 1934 en un pueblo de Jalisco, La Experiencia. Jugó con las Chivas del Guadalajara, con quienes consiguió en 8 ocasiones el campeonato de la Primera Divisón del Futbol Mexicano, en los 20 años que estuvo en el equipo como defensa.
La historia cuenta, y cuenta bien, que su habilidad era en verdad sobresaliente. El D.T. Ignacio Trelles (¡ahora sí! Don Nacho Trelles fue D.T. del Zacatepec en tiempos en que éste fue campeón, pero más tarde llegó a ser D.T. de la Selección Nacional. Allí está la mezcla de personajes y lugares) llegó a tener en tan alta estima su desempeño que, en preparación al mundial de Chile '62, decidió foguear al portero suplente, el "Piolín" Mota en un partido en gira por Europa, con la certeza de que "El Jamaicón" era garantía de que nada llegaría a ser una amenza al arco. Ese partido resultó en apabullante derrota de ocho goles contra cero ante la selección inglesa. Al ser entrevistado más tarde, "El Jamaicón" dijo que extrañaba a su mamacita, que llevaba días sin comerse una birria y que la vida no era vida si no estaba en su tierra.
Otra anécdota futbolera sitúa la desgracia en Lisboa, antes de la Copa Mundial de Suecia 1958. Allí se ofreción una cena al equipo mexicano. Después de la cena, "El Jamaicón" abandonó el salón donde cenaba el equipo Nacional. Después de un rato, Don Nacho fue a buscarlo y lo encontró deambulando melancólico en los jardines del hotel. Dice el cronista de este relato que al preguntarle a Villegas si ya había cenado y por qué estaba afuera, éste contestó: “Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos. Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes y no esas porquerías que ni de México son".
Así las cosas, la historia termina aquí. Y la reflexión comienza.
Cuando era niño pensaba que los gringos eran lo máximo. Superman es gringo; Walt Disney era gringo; ¡hasta Darth Vader resultó ser un gringo afroamericano al conocerse la voz detrás de la máscara! Después decidí que los ingleses eran superiores. The Beatles, Alan Parsons, Phil Collins, Sean Connery (¡casi inglés! Dejémoslo en británico). No, Harry Potter no aplica. No quisiera parecer malinchista, pero es un hecho que la mercadotecnia foránea siempre ha sido mejor planeada y ejecutada. Me da tristeza saber que el sentimiento de grandeza que tenemos cuando el Puma ruge en CU, o cuando cantamos el Himno Nacional -con todo y niño caguengue y lacrimoso viendo ondear la bandera en cámara lenta- se hace chiquito cuando competimos contra alguien extranjero. ¿No que nomás mis chicharrones truenan?
Hoy escribo desde Boston, con un poquito de ese jamaicón que siempre me ha dado cuando tengo que despedirme de quienes amo. Con un poco más de calma (¿máááás?) podré contarles cómo se ha ido dando este proceso, pero por ahora, y luego que he logrado saber de dónde viene el jamaicón, quiero dejar asentado que extraño los sandwiches de frijoles de mi mamá -que dicen "Te quiero mucho" en cada pedazo-, la inmensa sabiduría y bondad de mi papá, los consejos financieros -y llenos de velado cariño- de Lucila, la ternura exotérmica de Nana, la siempre puesta al día tecnológica de Alex, el histrionismo de Ana Paula, a la más querida de mis hermanas menores, al siempre bonachón y mustio de mi cuñado, y a quien pronto va a compartir una pareja de enamorados como papás... Extraño a quien le debo el gusanito por venir a Boston, y que comparte conmigo la aventura y amor, y a quien posee más cachetes, sonrisas y belleza que pelos en la cabeza. Extraño a muchos, muchos más. Todo este blog no alcanzaría a ennumerarlos, pero sé que cada uno lo sabe. Y finalmente, para terminar el post de este día (¡por fin!), quiero dejar asentado que me dio el jamaicón desde el momento que subí al avión y se me nubló la vista, pero no voy a permitirme un 8 - 0. "El Jamaicón" no sólo era buen defensa. Dicen que era el mejor.
Yo no voy a ser defensa. Voy a ser músico. Pero no sólo buen músico. Voy a ser el mejor.
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3 comments:
Hoy, a las ya algunas cuantas coincidencias compartidas tenemos que sumarle una más; yo también extraño los sandwiches de frijoles de tu mamá!!. Make us proud!
Suerte y exito!!!
Luego te digo como agregarle cosillas a tu blog.
Es una idea excelente.
Amor, de dónde sacas tanta información ociosa??? Digo, felicidades por tu intensa labor de investigación, pero en verdad a veces me pregunto de dónde sacas tus fuentes... ja ja ja!
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