Mi estudio del ritmo versus los signos está resultando lento y doloroso... tan es así que otra vez estoy por generar un nuevo post para este ociosiario catártico de mi existencia. Nomás para que vean lo simpático que puede ser el formalismo gringo ante cosas tan sencillas como el cambio de horario.
En noviembre de 2007, Laura Cirioli, de Carolina del Norte dio a luz gemelos, Peter y Allison. Peter fue el primero en nacer, a la 1:32 am del 4 de noviembre. 34 minutos después, Laura estaba dando a luz a Allison. Esto, pues nos dice que la niña en cuestión era más pequeña que Peter, ¿no? ¡Éjele, éjele! ¡No contaban con la astucia del cambio de horario! A las 2 de la mañana del 4 de noviembre, el reloj fue retrasado una hora, según marca la costumbre para recuperar la hora "invertida" en primavera. Resultado: Allison nació a la 1:06 am. ¡Ah!, ¿verdad?
Monday, March 10, 2008
Wasted Time
En una de esas ocasiones que tengan necesidad de sentirse agradablemente miserables (¡bueno!... es como se me ocurrió expresar lo que uno hace cuando pone alguna canción de esas de rompe y rasga sin más objeto que tener una regresión a una adolescente etapa de hipersensibilidad... ¡No me van a decir que les tengo que explicar cómo es eso de sentirse miserables por un ratito!), les puedo (¡debo!) recomendar una bonita canción de Eagles intitulada (sí, la palabra sí existe) Wasted Time. Bueno, el asunto no es sólo que les recomiende la canción, sino que de paso le echen una miradita a la letra. ¡Ah, cuánto sufrir! No, no tiene nada que ver conmigo, pero el título de la canción venía al caso con mi post del día, y si de paso puedo acrecentar su (seguramente ya amplio) bagaje musical, no hace daño. Dicho lo cual (que no tiene utilidad alguna en sentido estricto), paso a lo sustantivo de mi post.
¡ME ROBARON! ¡ME ROBARON! No me robaron nada que no me vayan a regresar, ni nada que no les vayan a robar a ustedes, pero por ahora, me siento engañado, robado, ultrajado y sobre todo, muuuuy cansado. El asunto comienza en que en la madrugada de hoy me despedí de mi amable y cibernético auditorio a eso de la 1:45 am. Pero había que lavar trastes, antes de que confabularan y crearan una babilónica torre con ínfulas de dominar el departamento del que felizmente soy usufructuario. Hice lo propio, hice planes para el día siguiente, realicé las labores de higiene que marcan las buenas costumbres para antes de dormir, y ¡SASQUATCH! ¡Ya eran las 3:20 de la mañana! Ah jijos... qué rápido pasa el tiempo cuando uno se divierte... ¡Pero yo no me estaba divirtiendo! Bueno... qué importa, ya es muy tarde para divagar sobre esos temas, y sin falta, Ansina estará dando lata en unas horas para salir a dar su ronda por el Boston Common. Zzzzzzzzzz... (Sí, para los que no tengan el gusto y/o disgusto, tan pronto acabo de formular las últimas palabras de mi pensamiento de cierre del día, de súbito me duermo y sí... ¡de súbito los ronquidos llenan mi entorno! Dato al margen)
Hace unas horas Ansina me despertó para lo ya expuesto. Decía yo que qué necesidad, si la saqué ayer a eso de las 11 de la noche, pero aquella insistente... ¡Ah caray, pues si ya son las 9:30! Sí bueno, ya es legal. No queremos un accidente aquí adentro.
Mi reloj del teléfono marca las 9:32... qué raro que el de la sala, aún no colocado en sitio, diga 8:32. ¡Seguro ya se quedó sin pila! A ver la compu... 9:33. Sí, sí, no hay duda. Bajando voy. ¡Diantres! ¿Por qué mi reloj de pulsera (¡de 130 pesos! ¡Una ganga!) marca 8:34? Otro que se atontó... no, seguro lo apachurré en la noche y se despanzurró. Ah, esto de los relojes...
Bajamos al Boston Common. Recorrimos el Boston Common. Perseguimos perros. Sí, sí, perseguimos, porque aunque uno pueda pensar lo opuesto, ¡Ansina me lleva de la correa, y no lo contrario! Hicimos pipí en el Boston Common. ¡Éjele! No, no. Nada más Ansina hizo pipí y adicionales en el Boston Common. Etcétera, etcétera y etcétera. Llegué a Starbucks y estaba insualmente despejado... Pedí un revitalizante café americano con doble shot de espresso (algún día les cuento cómo es esto del café) y salí hacia mi morada.
Debo hacer mención de que tenía yo una cita a las 2:20 pm en la Apple Store para hacer un cambio de disco duro de mi máquina (no, nada grave, otro día les cuento), pero bueno... aún son las 10:15... ¿cuál es la prisa? Sonó el teléfono de mi casa... una llamada de una compañera de Berklee. Sí, el examen es el martes y el proyecto se entrega el jueves. Sí, que tengas buen domingo también tú. ¡Por qué este teléfono dice que son las 9:20! ¡Qué pasa en este lugar! Se acabó. Vamos a tomar medidas drásticas. El conserje. Damn it. No contesta. Bueno, vamos a seguir intentando hacer tarea.
En esto me llevé un par de horas o quizás un poco más. Tuve luego a bien entrar a una página de internet mexicana, que despliega, entre otros datos, el de la hora y fecha. ¡Nooooo! ¡Dice que son las 11:05, pero ya aquí tengo la 1:05, y se supone que le llevamos una hora a México! ¿Horario de verano? No... marzo empezó la semana pasada, primavera no ha empezado, ¡no hay ninguna razón normal para que HOY, HOY, HOY entre el horario de verano! Señoras y señores, es cierto. Hízome favor una víctima de mis contactos del messenger (¡gracias Giní!) de confirmar que en México eran efectivamente las 11:05. Y una amistosa página de información ociosa (¡mis preferidas!) me hizo también saber que ya no vivo en horario de invierno. ¡Ya estamos en horario de verano, y me robaron una hora de estudio para mis exámenes (como si de verdad estuviera estudiando ahorita, ¿verdad?) semanas antes de lo que yo pensé que esto pasaría! ¡Me aplicaron el Wasted Time!
Así, los hago conocedores de cómo funciona aquí el asunto: el segundo domingo de marzo, a las 2 de la mañana se adelanta una hora el reloj. Y el regreso al horario de invierno es el primer domingo de noviembre. ¿La causa de estas fechas? Ninguna en específico. Tengo miedo de preguntarle a algún gringo... seguro tiene algo que ver con Dios y la Doctrina Monroe. No, mejor nos quedamos con la duda.
El colofón de todo esto es que son las 9:38 de la noche y vivo en notable desfase, aún mayor que antes, con mi biológico reloj taquero. ¿Existirá eso?
Antes de cerrar mi desfasado post del día, quería contarles un detalle curioso: el Amtrak, el sistema feroviario americano tiene por norma no "ocupar" una plataforma de las estaciones ferroviarias antes de su hora de llegada. Cuando uno viaja en un día como hoy, si tiene la fortuna de ir en el tren a la hora del cambio de horario, lo más probable es que el maquinista vaya en versión hecholamocha porque se ve feo que llegue una hora más tarde, pero llegar 20 minutos más tarde de lo previsto no es tan grave, ¿no? Bueno. Si tiene la desventura de viajar en la fecha del regreso al horario de invierno, si están en ruta entre las 2 y las 3 de la mañana, el maquinista DEBE por norma detenerse EN SECO una hora a lo largo del trayecto... ¡porque cómo se va a dar el lujo de llegar adelantado una hora! Un maestro me rebatía el argumento de que los gringos son cuadrados. Él dice que son metódicos. Cuadrados o metódicos, ¡qué payasada!
Un abrazo nada metódico.
Paco
¡ME ROBARON! ¡ME ROBARON! No me robaron nada que no me vayan a regresar, ni nada que no les vayan a robar a ustedes, pero por ahora, me siento engañado, robado, ultrajado y sobre todo, muuuuy cansado. El asunto comienza en que en la madrugada de hoy me despedí de mi amable y cibernético auditorio a eso de la 1:45 am. Pero había que lavar trastes, antes de que confabularan y crearan una babilónica torre con ínfulas de dominar el departamento del que felizmente soy usufructuario. Hice lo propio, hice planes para el día siguiente, realicé las labores de higiene que marcan las buenas costumbres para antes de dormir, y ¡SASQUATCH! ¡Ya eran las 3:20 de la mañana! Ah jijos... qué rápido pasa el tiempo cuando uno se divierte... ¡Pero yo no me estaba divirtiendo! Bueno... qué importa, ya es muy tarde para divagar sobre esos temas, y sin falta, Ansina estará dando lata en unas horas para salir a dar su ronda por el Boston Common. Zzzzzzzzzz... (Sí, para los que no tengan el gusto y/o disgusto, tan pronto acabo de formular las últimas palabras de mi pensamiento de cierre del día, de súbito me duermo y sí... ¡de súbito los ronquidos llenan mi entorno! Dato al margen)
Hace unas horas Ansina me despertó para lo ya expuesto. Decía yo que qué necesidad, si la saqué ayer a eso de las 11 de la noche, pero aquella insistente... ¡Ah caray, pues si ya son las 9:30! Sí bueno, ya es legal. No queremos un accidente aquí adentro.
Mi reloj del teléfono marca las 9:32... qué raro que el de la sala, aún no colocado en sitio, diga 8:32. ¡Seguro ya se quedó sin pila! A ver la compu... 9:33. Sí, sí, no hay duda. Bajando voy. ¡Diantres! ¿Por qué mi reloj de pulsera (¡de 130 pesos! ¡Una ganga!) marca 8:34? Otro que se atontó... no, seguro lo apachurré en la noche y se despanzurró. Ah, esto de los relojes...
Bajamos al Boston Common. Recorrimos el Boston Common. Perseguimos perros. Sí, sí, perseguimos, porque aunque uno pueda pensar lo opuesto, ¡Ansina me lleva de la correa, y no lo contrario! Hicimos pipí en el Boston Common. ¡Éjele! No, no. Nada más Ansina hizo pipí y adicionales en el Boston Common. Etcétera, etcétera y etcétera. Llegué a Starbucks y estaba insualmente despejado... Pedí un revitalizante café americano con doble shot de espresso (algún día les cuento cómo es esto del café) y salí hacia mi morada.
Debo hacer mención de que tenía yo una cita a las 2:20 pm en la Apple Store para hacer un cambio de disco duro de mi máquina (no, nada grave, otro día les cuento), pero bueno... aún son las 10:15... ¿cuál es la prisa? Sonó el teléfono de mi casa... una llamada de una compañera de Berklee. Sí, el examen es el martes y el proyecto se entrega el jueves. Sí, que tengas buen domingo también tú. ¡Por qué este teléfono dice que son las 9:20! ¡Qué pasa en este lugar! Se acabó. Vamos a tomar medidas drásticas. El conserje. Damn it. No contesta. Bueno, vamos a seguir intentando hacer tarea.
En esto me llevé un par de horas o quizás un poco más. Tuve luego a bien entrar a una página de internet mexicana, que despliega, entre otros datos, el de la hora y fecha. ¡Nooooo! ¡Dice que son las 11:05, pero ya aquí tengo la 1:05, y se supone que le llevamos una hora a México! ¿Horario de verano? No... marzo empezó la semana pasada, primavera no ha empezado, ¡no hay ninguna razón normal para que HOY, HOY, HOY entre el horario de verano! Señoras y señores, es cierto. Hízome favor una víctima de mis contactos del messenger (¡gracias Giní!) de confirmar que en México eran efectivamente las 11:05. Y una amistosa página de información ociosa (¡mis preferidas!) me hizo también saber que ya no vivo en horario de invierno. ¡Ya estamos en horario de verano, y me robaron una hora de estudio para mis exámenes (como si de verdad estuviera estudiando ahorita, ¿verdad?) semanas antes de lo que yo pensé que esto pasaría! ¡Me aplicaron el Wasted Time!
Así, los hago conocedores de cómo funciona aquí el asunto: el segundo domingo de marzo, a las 2 de la mañana se adelanta una hora el reloj. Y el regreso al horario de invierno es el primer domingo de noviembre. ¿La causa de estas fechas? Ninguna en específico. Tengo miedo de preguntarle a algún gringo... seguro tiene algo que ver con Dios y la Doctrina Monroe. No, mejor nos quedamos con la duda.
El colofón de todo esto es que son las 9:38 de la noche y vivo en notable desfase, aún mayor que antes, con mi biológico reloj taquero. ¿Existirá eso?
Antes de cerrar mi desfasado post del día, quería contarles un detalle curioso: el Amtrak, el sistema feroviario americano tiene por norma no "ocupar" una plataforma de las estaciones ferroviarias antes de su hora de llegada. Cuando uno viaja en un día como hoy, si tiene la fortuna de ir en el tren a la hora del cambio de horario, lo más probable es que el maquinista vaya en versión hecholamocha porque se ve feo que llegue una hora más tarde, pero llegar 20 minutos más tarde de lo previsto no es tan grave, ¿no? Bueno. Si tiene la desventura de viajar en la fecha del regreso al horario de invierno, si están en ruta entre las 2 y las 3 de la mañana, el maquinista DEBE por norma detenerse EN SECO una hora a lo largo del trayecto... ¡porque cómo se va a dar el lujo de llegar adelantado una hora! Un maestro me rebatía el argumento de que los gringos son cuadrados. Él dice que son metódicos. Cuadrados o metódicos, ¡qué payasada!
Un abrazo nada metódico.
Paco
Wednesday, March 5, 2008
Dios, Ansina, la baraja y Paquito
Estoy convencido... en la amplia gama de posibilidades que tiene Dios para asignar tareas diarias, debe tener una baraja. No sé... se me ocurre que sea baraja por decir algo, pero también podría decir un dispositivo con random tasks con las que da escenarios diferentes a cada persona según el día. Hay seguramente apartados. Claro... uno no espera que los mexicanos nos enfrentemos a las vicisitudes de los gringos, ni que un griego de la antigüedad tuviera que lidiar con '¡Mecachis! ¡Se me olvidó el password de mi correo!'. No, a cada quien su problemática en la medida de sus circunstancias. Hay, sin embargo, y de esto estoy seguro, un apartado reservado para Paquito. Las cuestiones insólitas y de verdadero repunte en el top ten de lo inusitado, ¡es para mí!
Miren ustedes: sucede que en mi casa, como en cualquier lugar decente, existen ciertos dispositivos de seguridad pa' evitar que se le vayan a colar a uno a su humilde morada y le vuelen sus trapitos, ¿no? El siguiente relato tiene que ver con uno muy chafita, casi cavernario, pero de probada eficacia y, por lo tanto, diseminado uso.
Sucédese ser que hubo un concierto en Berklee, en el que por cierto tocaba mi maestro de piano. Esa es otra historia, pero me están dando hasta con la cubeta en esa clase, ¡ja ja ja! No, me está yendo razonablemente bien, ¡pero me están exigiendo mucho más de lo que yo pensé que me exigirían para un primer semestre! En algún otro post les cuento de esto. El asunto es que mi casa quedó vacía, ya que el resto de los moradores de este lugar (visitantes y locales) se había ido de excursión. O algo así. Nada más quedábamos, antes de mi partida, Ansina y yo. Me permito mostrarles una foto de la antes citada, para que partamos de los mismos preeliminares.
Me fui pues a mi concierto, dejando a Ansina a cargo de la salvaguarda de mis aposentos. Cabe destacar que hemos implementado una útil rutina, que consiste en ir a dar una vueltecita al Boston Common en la mañana, y una vueltecita al mismo sitio en la noche. Lo que pasa en el Boston Common en estos episodios, sólo lo saben las plantitas... o por ahora el incipiente pastito, y las bolsitas que hábilmente van en la correa para lo que pueda ofrecerse. Y se ofrece, ¿eh? Se ofrece. ¡Digna hija de su padre! Pero el caso es que para esta rutina, se requiere siempre el uso de una correa, porque eso de dejar a los perros en lontananza no sería grave si todos los perros fueran tan falderos como el mío... ¡pero a ver, que los vaya a saludar un Doberman cuando se están echando su Big Mac camino al metro! No, ¿verdad?
Para efectos de simplicidad y logística, la correa (hasta el día de hoy, ¡no más!) tuvo su lugar de reposo en el cavernario artefacto del que les hablaba hace rato para asegurar la puerta. Sí, sí. Todos hemos visto uno, ¡hasta el hotel más patero lo tiene! Está bien. Concediendo que pudiera haber aaaalguien entre los lectores que no se hubiera fijado en el cachivache ese, se muestra en el siguiente añadido al post.
¡Qué conveniente! Ahora han visto ya no solo el dispositivo cierrapuertas, sino también la infalible posición de almacenaje de la correa de Ansina. Esta fue la imagen que vio Paquito cuando salió de su casa hacia Berklee. Sí, esta fue la imagen que vi. No podía estar cerrado, por la sencilla razón de que pude salir, ¿cierto?
El concierto fue muy bueno. Hay que reconocer que el personaje al piano en cuestión, pese a ser mi maestro, tocaba de modo apabullante. Digo 'pese a ser mi maestro' porque uno no se imagina a ese tipo de gente repasando las triadas diatónicas para efectos didácticos. Héte aquí que de regreso venía el alegre estudiante, dispuesto ya a ponerse a hacer tarea, cuando... ¡chaca cha chaaaaan! (Fondear la interjección anterior con el primer compás del primer movimiento de la 5a Sinfonía de Beethoven... o para terminos prácticos, la vulgarmente conocida Leche con pan) ¡Cómo es que no puedo entrar a mi casa! ¡Cómo es que está puesto el seguro! ¡Y cómo es que no hay nadie adentro y...! Silencio sepulcral... interrumpido abruptamente por un chillido de Ansina que, con la correa en la boca, indicaba que era muy feliz de verme, y que si no me apetecía echar una caminadita por el Boston Common.
Me parece ocioso entrar en detalles de cómo fue, pero resumiendo, Ansina se puso ebria de emoción al escucharme venir, y al jalar de la correa para tirarla, consiguió también cerrar el dispositivo ese. Uno pensaría que es un perro tonto, pero a ver: ¿cuántos de los perros que conocen tienen la habilidad de poner un pasador? ¡Ah!, ¿verdad?
Y bien, ¿'ora qué hago? Ah, claro. Traigo una revista. ¡Con eso ahorita lo abrimos! Nada. ¿Mi tarjeta del metro? No, pus no. ¡Lápices en la bolsa! Ya estuvo, seguro. Nada. Maldita sea. ¿Por qué otra vez vamos a llegar a estos extremos? 'Hello Ben! I know I've just came in, but, you know what? I have a major issue in my apartment... do you think you could help me?' Una crónica bien escrita diría algo como 'Los ojos del mulato aquel se salían de órbita al escuchar el relato crispante de este protagonista'. Pero este es un relato de la vulgata, así que vamos abreviándole. Tuvo que darse por enterado Ben. Tuvo que darse por enterada la seguridad del edificio. También tuvo que darse por enterado alguien (¡muy estúpido!) que me habló desde la administración... al teléfono de adentro de mi departamento. ¡Ay, tan brillantes! Al final, tuvo también que darse por enterada el área de mantenimiento de este lugar. ¡Y que llegan con tremendas pinzas para despanzurrar el seguro de mi puerta! Ya estaban dándole los sántos óleos al vetusto artilugio, cuando llegó uno igual de vetusto y dijo algo así como:
- ¡Nel, nel! ¡'tan chavos! ¡Yo 'orita le hago la maniobra magistral y verás como queda sin violencia!
No, lo anterior no fue invención mía. Fue claramente lo que dijo el fulanito... ¡aunque en términos más del Bronx que de Iztapalapa!
Efectivamente, ni tardo ni perezoso, y al más puro estilo mexican way, llegó este hombre con un gancho desdoblado, y... ¡voilà!
Las conclusiones preeliminares de este día son:
Con mucho cariño, y adentro de mi casa,
Paco
Miren ustedes: sucede que en mi casa, como en cualquier lugar decente, existen ciertos dispositivos de seguridad pa' evitar que se le vayan a colar a uno a su humilde morada y le vuelen sus trapitos, ¿no? El siguiente relato tiene que ver con uno muy chafita, casi cavernario, pero de probada eficacia y, por lo tanto, diseminado uso.
Sucédese ser que hubo un concierto en Berklee, en el que por cierto tocaba mi maestro de piano. Esa es otra historia, pero me están dando hasta con la cubeta en esa clase, ¡ja ja ja! No, me está yendo razonablemente bien, ¡pero me están exigiendo mucho más de lo que yo pensé que me exigirían para un primer semestre! En algún otro post les cuento de esto. El asunto es que mi casa quedó vacía, ya que el resto de los moradores de este lugar (visitantes y locales) se había ido de excursión. O algo así. Nada más quedábamos, antes de mi partida, Ansina y yo. Me permito mostrarles una foto de la antes citada, para que partamos de los mismos preeliminares.
Me fui pues a mi concierto, dejando a Ansina a cargo de la salvaguarda de mis aposentos. Cabe destacar que hemos implementado una útil rutina, que consiste en ir a dar una vueltecita al Boston Common en la mañana, y una vueltecita al mismo sitio en la noche. Lo que pasa en el Boston Common en estos episodios, sólo lo saben las plantitas... o por ahora el incipiente pastito, y las bolsitas que hábilmente van en la correa para lo que pueda ofrecerse. Y se ofrece, ¿eh? Se ofrece. ¡Digna hija de su padre! Pero el caso es que para esta rutina, se requiere siempre el uso de una correa, porque eso de dejar a los perros en lontananza no sería grave si todos los perros fueran tan falderos como el mío... ¡pero a ver, que los vaya a saludar un Doberman cuando se están echando su Big Mac camino al metro! No, ¿verdad?
Para efectos de simplicidad y logística, la correa (hasta el día de hoy, ¡no más!) tuvo su lugar de reposo en el cavernario artefacto del que les hablaba hace rato para asegurar la puerta. Sí, sí. Todos hemos visto uno, ¡hasta el hotel más patero lo tiene! Está bien. Concediendo que pudiera haber aaaalguien entre los lectores que no se hubiera fijado en el cachivache ese, se muestra en el siguiente añadido al post.
¡Qué conveniente! Ahora han visto ya no solo el dispositivo cierrapuertas, sino también la infalible posición de almacenaje de la correa de Ansina. Esta fue la imagen que vio Paquito cuando salió de su casa hacia Berklee. Sí, esta fue la imagen que vi. No podía estar cerrado, por la sencilla razón de que pude salir, ¿cierto?
El concierto fue muy bueno. Hay que reconocer que el personaje al piano en cuestión, pese a ser mi maestro, tocaba de modo apabullante. Digo 'pese a ser mi maestro' porque uno no se imagina a ese tipo de gente repasando las triadas diatónicas para efectos didácticos. Héte aquí que de regreso venía el alegre estudiante, dispuesto ya a ponerse a hacer tarea, cuando... ¡chaca cha chaaaaan! (Fondear la interjección anterior con el primer compás del primer movimiento de la 5a Sinfonía de Beethoven... o para terminos prácticos, la vulgarmente conocida Leche con pan) ¡Cómo es que no puedo entrar a mi casa! ¡Cómo es que está puesto el seguro! ¡Y cómo es que no hay nadie adentro y...! Silencio sepulcral... interrumpido abruptamente por un chillido de Ansina que, con la correa en la boca, indicaba que era muy feliz de verme, y que si no me apetecía echar una caminadita por el Boston Common.
Me parece ocioso entrar en detalles de cómo fue, pero resumiendo, Ansina se puso ebria de emoción al escucharme venir, y al jalar de la correa para tirarla, consiguió también cerrar el dispositivo ese. Uno pensaría que es un perro tonto, pero a ver: ¿cuántos de los perros que conocen tienen la habilidad de poner un pasador? ¡Ah!, ¿verdad?
Y bien, ¿'ora qué hago? Ah, claro. Traigo una revista. ¡Con eso ahorita lo abrimos! Nada. ¿Mi tarjeta del metro? No, pus no. ¡Lápices en la bolsa! Ya estuvo, seguro. Nada. Maldita sea. ¿Por qué otra vez vamos a llegar a estos extremos? 'Hello Ben! I know I've just came in, but, you know what? I have a major issue in my apartment... do you think you could help me?' Una crónica bien escrita diría algo como 'Los ojos del mulato aquel se salían de órbita al escuchar el relato crispante de este protagonista'. Pero este es un relato de la vulgata, así que vamos abreviándole. Tuvo que darse por enterado Ben. Tuvo que darse por enterada la seguridad del edificio. También tuvo que darse por enterado alguien (¡muy estúpido!) que me habló desde la administración... al teléfono de adentro de mi departamento. ¡Ay, tan brillantes! Al final, tuvo también que darse por enterada el área de mantenimiento de este lugar. ¡Y que llegan con tremendas pinzas para despanzurrar el seguro de mi puerta! Ya estaban dándole los sántos óleos al vetusto artilugio, cuando llegó uno igual de vetusto y dijo algo así como:
- ¡Nel, nel! ¡'tan chavos! ¡Yo 'orita le hago la maniobra magistral y verás como queda sin violencia!
No, lo anterior no fue invención mía. Fue claramente lo que dijo el fulanito... ¡aunque en términos más del Bronx que de Iztapalapa!
Efectivamente, ni tardo ni perezoso, y al más puro estilo mexican way, llegó este hombre con un gancho desdoblado, y... ¡voilà!
Las conclusiones preeliminares de este día son:
- Pese a que la logística lo marque así, nunca, NUNCA hay que dejar la correa en la chunche esa de la puerta.
- No importa cuán pacífico se vea tu perro. NUNCA confíes en su prudencia.
- El libre albedrío existe. Pero de que Dios tiene su baraja y me reserva las cartas más peculiares para darme de qué hablar en este post, no me queda duda alguna.
Con mucho cariño, y adentro de mi casa,
Paco
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