No alucino barato. Nomás me dio por practicar la escala cromática (¡ascendente, hay que acotar!). ¿Que de dónde salieron ese Di, Ri, Fi y otras graciosadas? ¡Pregúntenle a Mr. Berklee!
A las ya conocidas historias del Paquito, hoy se suma una más. Tengo que decir que este es un divertimento entre algunas narrativas con más seso. O sea: hoy estoy poco literario, pero muy sensible con el tema de ‘¡mi mamá sigue creyendo que soy el mejor!’. Si alguien entre los lectores quisiera modificar ‘el mejor’ por ‘su mejor hijo’, puede hacerlo con toda confianza. ¡De todos modos, soy el único hijo de mi mamá! Mis hermanas son seres mucho más pensantes, de modo que no entran en este subtema de la autoestima.
Yo me dije a mí mismo que estos muchachitos no me iban a apantallar. El aplomo que mostraba en mis convicciones, no denostaba la amplia capacidad que veía en mis copartícipes de clases, pero sí dejaba en claro que a mis treinta años, uno no puede sorprenderse tan fácilmente con la primera verdad universal que se le presenta en el pizarrón.
Y he aquí que, aunque lo escribo hasta hoy, el pánico hizo presa de mí la semana pasada cuando mi super manual de Entrenamiento Auditivo 4 indicaba que cantara Re, Mi, Fi, Sol… y algo más que a estas alturas no aporta a la situación. “Y qué diablos es Fi?” Bueno, lo dejé pasar, suponiendo un error tipográfico. “Estos gringuitos… ¡tienen Word y no pueden checar su spelling! Tal vez lo desactivaron para que no los estuviera jeringando con que de dónde sacaron Fa#. Ahora bien… no hay muchas notas… finalmente, son 7, y si nos ponemos estrictos, todas ellas pueden afectarse con un bemol y un sostenido… vamos, hasta dos bemoles y sostenidos. Pero eso nos da… unas 35 combinaciones posibles… ¡Naaaaaah! ¡No es tanto! ¿No se les habrá ocurrido añadir cada una de estas combinaciones al diccionario personalizado de Word?”
Esto decía Paquito en su cabeza, cuando se dio cuenta que ya habían avanzado un par de líneas más. Y el asunto seguía: “Ahora canta Do, Te, Le, Se, Fa, Me…” ¡Se acabó! ¡Me largo! ¡Ah, no! Moderación… moderación y templanza. “Oiga usté, mire, yo no quisiera importunarle, pero no tengo ni idea de qué es eso de Me, Se, Fi, Te… ¿No sería su mercé tan amable de hacerme conocedor de lo que ya todos hablan y yo ignoro?” (Léase el párrafo anterior en el mejor inglés shakesperiano de nuestro narrador). Después de la explicación de mi amable mentor (esto no fue sarcasmo, es un tipo grandoooote, grandoooote, gordoooote, gordoooote y simpático en proporción a todo lo anterior) las cosas fueron diferentes… ¡el universo musical se había ampliado de súbito! Lo que usted, usted ahora desea saber, es qué diabos le contestaron a Paquito. Y resulta que la economía del lenguaje llegó a mi escuela también. Y para decir La sostenido (así, tan musical y grandototote como sólo el español nos puede permitir), estos muchachos dicen Li. Y para decir La bemol, ¿por qué no? Dicen Le. Luego entonces, amiguitos, hoy hemos aprendido algo nuevo. Y entonces, como dijo mi amigo Marco, tuve una epifanía. Haciendo cuentas, ya conocía los bemoles y sostenidos. ¿De verdad algo cambiaba en el panorama de mi bagaje musical?
Y bien… después de esta epifanía, he tenido también la oportunidad de darme cuenta que puedo estar estudiando lo que muchos de mis compañeros estudiaron el semestre pasado (… con 12 años menos que yo), pero también la oportunidad de saber que hay muchas cosas que yo ya conocí, y que, modestia aparte, ya mastiqué como universitario que fui… hace ya 12 años también. Saber que ser licenciado no es conocer sólo tu major, tu área de estudio, sino ser una persona integral, con mucho más que el título de “hago ingeniería” o “hago música”. No. Ser licenciado, desde donde yo lo veo, es ser ingeniero, ser músico, ser contador, ser abogado, ser pedagogo… y además tener muchas facetas más que me permitan ser persona. Gran cosa…
Ya sé que parece un asunto trivial. Es más, probablemente lo sea, cuando lo vemos en retrospectiva. Pero construir esa persona cuando sólo sabe (¡o quiere!) ser músico... ¡Difícil!, ¿eh? Si por el Do, Di, Re, Ri y demás pierdo de vista ser persona, ¿me lo harían saber?
Con cariño para mis amigos y algún día socios.
Paco
P.D.- Sólo para presumir y darme unas palmaditas en la espalda, después de un día donde mi lectura de partituras me hizo ver la miseria humana: estoy en Entrenamiento Auditivo 4 porque nada más hay 4 niveles de entrenamiento auditivo, y al menos tengo que llevar el último. O sea: ¡me acreditaron los primeros 3 por buen oído! ¡Algo bueno tenía que tener el muchacho! ¿No?
Thursday, January 31, 2008
Saturday, January 19, 2008
Preso en la Tierra de la Libertad
Hay que reconcerlo: suena mas impresionante el título de este post si lo intentamos en inglés:
Prisoner in the Land of Freedom
Dicho lo cual, creo que tienen el derecho (que no la obligación, ¡claro!) de saber por qué estoy preso en la Tierra de la Libertad. Primero que nada, destaco que la frase que da título a mi mail es autoría de la Panela. ¡Gracias Panelodonte!
Comienzo por decirles que esta semana ha sido muy singular; ha tenido experiencias de todos los sabores, pero mayoritariamente han sido positivas. Hoy era el último día, sin embargo, que iba a estar con mi jamaicón natural de esta primera semana de clases. ¡El panorama era ideal! El día era perfecto para que un avión saliera de aquí a Miami, y luego -¿por qué no?- de Miami a México para estar allá hacia las 10 de la noche. Me he permitido añadir una foto al estilo 'Lo que Paco vió esa mañana cuando se levantó y miró por su ventana'. En realidad es más bien 'Lo que Paco vió esa mañana cuando, al salir del metro y no poder tomar su avión, subió al departamento, tomó una taza de cafe helado, sin cremita ni endulzante y miró por su ventana'. Pero me estoy adelantando; primero la foto y luego la historia.
Como les venía yo diciendo, todo se veía muy bonito. Sólo tenía que asistir a una junta de estudiantes internacionales, para que nos dieran (según yo) una embarradita de qué hacer y qué no hacer. Podía figurármelo: 'No trabajen con paga, porque si la migra los agarra, los deporta; no fumen cochinadas; aunque en su casa no se bañen, aquí al menos los sábados échense su agüita, porque los bostonians son sensibles a los malores olores; pórtense bien, y háblenle a sus papás al menos una vez a la semana'. Yeah, right!
Le atiné al 'No trabajen con paga'. En general lo demás venía implícito en el 'Be good!' que la buena educación marca. Pero aquí venía la falsedad: amigos míos, tengo que contarles que, si ustedes entran a los Estados Unidos con una visa de estudiante, cada vez que salen del país (I mean it!) tienen que dar aviso a su escuela ¡y pedirle autorización, para que les resellen el bendito permiso para estudiantes que el gobierno otorga!
Sí, sí. Puse en itálica y negrita el 'otorga' porque me parece una burla que me 'otorguen' permiso para estudiar en su país. Vamos... entiendo que la UNAM otorgue educación de calidad. Que el Príncipe de Asturias otorgue un premio cada año. Que la embajada americana (¡fíjense, hasta esto lo puedo entender!) otorgue un permiso para deambular por su país con cara de what. Pero, ¿notaron alguna similitud entre lo que acabo de ennumerar? ¡Sí, todo lo anterior es GRATIS! Free of charge! ¡Más alla que bara bara! Yo me pregunto: ¿por qué el gobierno me tiene que "otorgar" un permiso para estudiar en una universidad de paga? Ojo: no es crítica al sistema americano, porque en México hacemos las mismas payasadas, y seguro que en Europa no cantan mal las rancheras. Pero digo yo: ¿no sería suficiente con que mi escuela (a la que por cierto, le tuve que pagar por adelantado todo mi semestre, siete días antes de que empezaran mis clases) me otorgara el visto bueno y punto?
¡Qué bueno que pretendo ser músico y no politólogo o algo así! Seguro algo en mi ecuación tiene tintes de anarquía e imprudencia. ¡Lo lamento, de verdad!
Regresando de mi largo (¡casi eterno!) paréntesis, deben saber que el tiempo que la escuela pide para otorgar esta firma famosa es de una semana. Comprenderán que enterarme de esta información, siendo las 10:04 am, y con mi vuelo programado para las 2:15 pm, la cuestión se tornaba crítica, ¿no?
No sé de quién, pero seguro fue de una gran persona (¿Yoda?) aprendí que cuando tu historia no es lo suficientemente buena, te ves forzado a adornarla con muchas palabras, de modo que, ¡abreviemos! Lo que yo puedo decirles, con mucha tristeza, es que son las 10:48 pm de un viernes 18 de enero, y se supone que a estas horas yo estaría a punto de aterrizar en México.
Pero no, estoy en Boston. Un Boston que no conocía. Un Boston de viernes en la noche en el departamento... Un Boston sin prisas. Un Boston que me hizo platicar con un fulanete en Best Buy (¿Qué? Allí es donde vamos los ingenieros cuando nos deprimimos. ¡Ja ja ja!) para darme cuenta de que era egresado de Berklee, que toca en un bar cerca de Faneuil Hall, que es puertorriqueño y que trabaja allí por lo mismo que yo lo haría: porque además de pagarle bien, está enmedio de todos los aparatos nuevos que llegan, se puede sentar a probarlos con el sólo pretexto de 'Research!', está a una cuadra de Berklee y sigue colándose a cuanto seminario puede. Estoy en el Boston del concierge de mi edificio, Paolo, quien se acaba de casar y estuvo de luna de miel por dos semanas y media. Estoy en el Boston de Chi Wei (¡lo juro, así se llama!), un buen compañero de quien más adelante les hablaré, y que creo que es uno de esos personajes que darán de qué hablar en este blog. Y sí, es chino. Y no, no es mala persona. Estoy también en el Boston de mi salmón ahumado con chilito y ajo, cuidadosamente cocinado en mi microondas. En el Boston de mi pase mensual de metro, Charlie, que apenas hoy tuve la calma de conseguir. ¡Algo tenía que hacer con todo el tiempo que súbitamente tenía!, ¿no?
Estoy en el Boston desde el que puedo ver lo que a continuación ustedes pueden ver también.
En efecto, no pude salir de Boston hoy, con el agravante de que todo mi corazón estaba puesto en llegar a abrazar a quienes amo. Digo 'el agravante' porque es más triste perder lo que ya casi tenemos en las manos. Pero a cambio gané algo lindo también. Pude conocer un Boston que no había visto. Y con la única compañía de una Coca Cola, conocer también que me gusta cada día más estar aquí.
¡Ojalá pueda compartirlo con ustedes algún día!
Con amor,
Paco
Prisoner in the Land of Freedom
Dicho lo cual, creo que tienen el derecho (que no la obligación, ¡claro!) de saber por qué estoy preso en la Tierra de la Libertad. Primero que nada, destaco que la frase que da título a mi mail es autoría de la Panela. ¡Gracias Panelodonte!
Comienzo por decirles que esta semana ha sido muy singular; ha tenido experiencias de todos los sabores, pero mayoritariamente han sido positivas. Hoy era el último día, sin embargo, que iba a estar con mi jamaicón natural de esta primera semana de clases. ¡El panorama era ideal! El día era perfecto para que un avión saliera de aquí a Miami, y luego -¿por qué no?- de Miami a México para estar allá hacia las 10 de la noche. Me he permitido añadir una foto al estilo 'Lo que Paco vió esa mañana cuando se levantó y miró por su ventana'. En realidad es más bien 'Lo que Paco vió esa mañana cuando, al salir del metro y no poder tomar su avión, subió al departamento, tomó una taza de cafe helado, sin cremita ni endulzante y miró por su ventana'. Pero me estoy adelantando; primero la foto y luego la historia.
Como les venía yo diciendo, todo se veía muy bonito. Sólo tenía que asistir a una junta de estudiantes internacionales, para que nos dieran (según yo) una embarradita de qué hacer y qué no hacer. Podía figurármelo: 'No trabajen con paga, porque si la migra los agarra, los deporta; no fumen cochinadas; aunque en su casa no se bañen, aquí al menos los sábados échense su agüita, porque los bostonians son sensibles a los malores olores; pórtense bien, y háblenle a sus papás al menos una vez a la semana'. Yeah, right!
Le atiné al 'No trabajen con paga'. En general lo demás venía implícito en el 'Be good!' que la buena educación marca. Pero aquí venía la falsedad: amigos míos, tengo que contarles que, si ustedes entran a los Estados Unidos con una visa de estudiante, cada vez que salen del país (I mean it!) tienen que dar aviso a su escuela ¡y pedirle autorización, para que les resellen el bendito permiso para estudiantes que el gobierno otorga!
Sí, sí. Puse en itálica y negrita el 'otorga' porque me parece una burla que me 'otorguen' permiso para estudiar en su país. Vamos... entiendo que la UNAM otorgue educación de calidad. Que el Príncipe de Asturias otorgue un premio cada año. Que la embajada americana (¡fíjense, hasta esto lo puedo entender!) otorgue un permiso para deambular por su país con cara de what. Pero, ¿notaron alguna similitud entre lo que acabo de ennumerar? ¡Sí, todo lo anterior es GRATIS! Free of charge! ¡Más alla que bara bara! Yo me pregunto: ¿por qué el gobierno me tiene que "otorgar" un permiso para estudiar en una universidad de paga? Ojo: no es crítica al sistema americano, porque en México hacemos las mismas payasadas, y seguro que en Europa no cantan mal las rancheras. Pero digo yo: ¿no sería suficiente con que mi escuela (a la que por cierto, le tuve que pagar por adelantado todo mi semestre, siete días antes de que empezaran mis clases) me otorgara el visto bueno y punto?
¡Qué bueno que pretendo ser músico y no politólogo o algo así! Seguro algo en mi ecuación tiene tintes de anarquía e imprudencia. ¡Lo lamento, de verdad!
Regresando de mi largo (¡casi eterno!) paréntesis, deben saber que el tiempo que la escuela pide para otorgar esta firma famosa es de una semana. Comprenderán que enterarme de esta información, siendo las 10:04 am, y con mi vuelo programado para las 2:15 pm, la cuestión se tornaba crítica, ¿no?
No sé de quién, pero seguro fue de una gran persona (¿Yoda?) aprendí que cuando tu historia no es lo suficientemente buena, te ves forzado a adornarla con muchas palabras, de modo que, ¡abreviemos! Lo que yo puedo decirles, con mucha tristeza, es que son las 10:48 pm de un viernes 18 de enero, y se supone que a estas horas yo estaría a punto de aterrizar en México.
Pero no, estoy en Boston. Un Boston que no conocía. Un Boston de viernes en la noche en el departamento... Un Boston sin prisas. Un Boston que me hizo platicar con un fulanete en Best Buy (¿Qué? Allí es donde vamos los ingenieros cuando nos deprimimos. ¡Ja ja ja!) para darme cuenta de que era egresado de Berklee, que toca en un bar cerca de Faneuil Hall, que es puertorriqueño y que trabaja allí por lo mismo que yo lo haría: porque además de pagarle bien, está enmedio de todos los aparatos nuevos que llegan, se puede sentar a probarlos con el sólo pretexto de 'Research!', está a una cuadra de Berklee y sigue colándose a cuanto seminario puede. Estoy en el Boston del concierge de mi edificio, Paolo, quien se acaba de casar y estuvo de luna de miel por dos semanas y media. Estoy en el Boston de Chi Wei (¡lo juro, así se llama!), un buen compañero de quien más adelante les hablaré, y que creo que es uno de esos personajes que darán de qué hablar en este blog. Y sí, es chino. Y no, no es mala persona. Estoy también en el Boston de mi salmón ahumado con chilito y ajo, cuidadosamente cocinado en mi microondas. En el Boston de mi pase mensual de metro, Charlie, que apenas hoy tuve la calma de conseguir. ¡Algo tenía que hacer con todo el tiempo que súbitamente tenía!, ¿no?
Estoy en el Boston desde el que puedo ver lo que a continuación ustedes pueden ver también.
The House of Parliament, desde la cocina y con un salmón que quizás se me pasó de cocido, pero está igual de bueno
En efecto, no pude salir de Boston hoy, con el agravante de que todo mi corazón estaba puesto en llegar a abrazar a quienes amo. Digo 'el agravante' porque es más triste perder lo que ya casi tenemos en las manos. Pero a cambio gané algo lindo también. Pude conocer un Boston que no había visto. Y con la única compañía de una Coca Cola, conocer también que me gusta cada día más estar aquí.
¡Ojalá pueda compartirlo con ustedes algún día!
Con amor,
Paco
Wednesday, January 16, 2008
El Jamaicón Villegas
Hace no muchos años, quizás diez, llegó a mi vocabulario el término 'Jamaicón'. Según citó un entendido en la materia, le debíamos este urbano término a la jerga futbolística. Decíase que había existido un portentoso jugador mexicano con este mote. Sale. ¿Y luego? Bueno, la particularidad del individuo en cuestión es que era no sólamente bueno, sino buenísimo. Sólo había un detalle en la ecuación: en cuanto jugaba fuera de casa, la distancia y la nostalgia lo hacían cachitos. Me parece importante destacar que, para añadir dramatismo a la historia, quien me la relató aseguraba que el protagonista se había desempeñado en el otrora glorioso Zacatepec. Pues sí... el Zacatepec llegó a jugar en la Primera División y a ser campeón en dos ocasiones, pero hoy juegan en 3a división. Pero ese no es el tema.
Decía yo que el relato marcaba a un tal Jamaicón como el responsable del triunfo del Zacatepec. Para efectos de romanticismo futbolero (?) eso suena muy bien. Pero hoy por hoy, mi estricto sentido de responsabilidad (??) me ha llevado a buscar en un buen número de fuentes quién fue el mentado Jamaicón, y cuáles fueron las consecuencias de sus infortunios.
Así, y con la sola aclaración de que relatarles esta historia (y que la lean, ¡obvio!) es de estricta necesidad para poder comenzar este blog, me arranco.
José "El Jamaicón" Villegas nació en 1934 en un pueblo de Jalisco, La Experiencia. Jugó con las Chivas del Guadalajara, con quienes consiguió en 8 ocasiones el campeonato de la Primera Divisón del Futbol Mexicano, en los 20 años que estuvo en el equipo como defensa.
La historia cuenta, y cuenta bien, que su habilidad era en verdad sobresaliente. El D.T. Ignacio Trelles (¡ahora sí! Don Nacho Trelles fue D.T. del Zacatepec en tiempos en que éste fue campeón, pero más tarde llegó a ser D.T. de la Selección Nacional. Allí está la mezcla de personajes y lugares) llegó a tener en tan alta estima su desempeño que, en preparación al mundial de Chile '62, decidió foguear al portero suplente, el "Piolín" Mota en un partido en gira por Europa, con la certeza de que "El Jamaicón" era garantía de que nada llegaría a ser una amenza al arco. Ese partido resultó en apabullante derrota de ocho goles contra cero ante la selección inglesa. Al ser entrevistado más tarde, "El Jamaicón" dijo que extrañaba a su mamacita, que llevaba días sin comerse una birria y que la vida no era vida si no estaba en su tierra.
Otra anécdota futbolera sitúa la desgracia en Lisboa, antes de la Copa Mundial de Suecia 1958. Allí se ofreción una cena al equipo mexicano. Después de la cena, "El Jamaicón" abandonó el salón donde cenaba el equipo Nacional. Después de un rato, Don Nacho fue a buscarlo y lo encontró deambulando melancólico en los jardines del hotel. Dice el cronista de este relato que al preguntarle a Villegas si ya había cenado y por qué estaba afuera, éste contestó: “Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos. Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes y no esas porquerías que ni de México son".
Así las cosas, la historia termina aquí. Y la reflexión comienza.
Cuando era niño pensaba que los gringos eran lo máximo. Superman es gringo; Walt Disney era gringo; ¡hasta Darth Vader resultó ser un gringo afroamericano al conocerse la voz detrás de la máscara! Después decidí que los ingleses eran superiores. The Beatles, Alan Parsons, Phil Collins, Sean Connery (¡casi inglés! Dejémoslo en británico). No, Harry Potter no aplica. No quisiera parecer malinchista, pero es un hecho que la mercadotecnia foránea siempre ha sido mejor planeada y ejecutada. Me da tristeza saber que el sentimiento de grandeza que tenemos cuando el Puma ruge en CU, o cuando cantamos el Himno Nacional -con todo y niño caguengue y lacrimoso viendo ondear la bandera en cámara lenta- se hace chiquito cuando competimos contra alguien extranjero. ¿No que nomás mis chicharrones truenan?
Hoy escribo desde Boston, con un poquito de ese jamaicón que siempre me ha dado cuando tengo que despedirme de quienes amo. Con un poco más de calma (¿máááás?) podré contarles cómo se ha ido dando este proceso, pero por ahora, y luego que he logrado saber de dónde viene el jamaicón, quiero dejar asentado que extraño los sandwiches de frijoles de mi mamá -que dicen "Te quiero mucho" en cada pedazo-, la inmensa sabiduría y bondad de mi papá, los consejos financieros -y llenos de velado cariño- de Lucila, la ternura exotérmica de Nana, la siempre puesta al día tecnológica de Alex, el histrionismo de Ana Paula, a la más querida de mis hermanas menores, al siempre bonachón y mustio de mi cuñado, y a quien pronto va a compartir una pareja de enamorados como papás... Extraño a quien le debo el gusanito por venir a Boston, y que comparte conmigo la aventura y amor, y a quien posee más cachetes, sonrisas y belleza que pelos en la cabeza. Extraño a muchos, muchos más. Todo este blog no alcanzaría a ennumerarlos, pero sé que cada uno lo sabe. Y finalmente, para terminar el post de este día (¡por fin!), quiero dejar asentado que me dio el jamaicón desde el momento que subí al avión y se me nubló la vista, pero no voy a permitirme un 8 - 0. "El Jamaicón" no sólo era buen defensa. Dicen que era el mejor.
Yo no voy a ser defensa. Voy a ser músico. Pero no sólo buen músico. Voy a ser el mejor.
Decía yo que el relato marcaba a un tal Jamaicón como el responsable del triunfo del Zacatepec. Para efectos de romanticismo futbolero (?) eso suena muy bien. Pero hoy por hoy, mi estricto sentido de responsabilidad (??) me ha llevado a buscar en un buen número de fuentes quién fue el mentado Jamaicón, y cuáles fueron las consecuencias de sus infortunios.
Así, y con la sola aclaración de que relatarles esta historia (y que la lean, ¡obvio!) es de estricta necesidad para poder comenzar este blog, me arranco.
José "El Jamaicón" Villegas nació en 1934 en un pueblo de Jalisco, La Experiencia. Jugó con las Chivas del Guadalajara, con quienes consiguió en 8 ocasiones el campeonato de la Primera Divisón del Futbol Mexicano, en los 20 años que estuvo en el equipo como defensa.
La historia cuenta, y cuenta bien, que su habilidad era en verdad sobresaliente. El D.T. Ignacio Trelles (¡ahora sí! Don Nacho Trelles fue D.T. del Zacatepec en tiempos en que éste fue campeón, pero más tarde llegó a ser D.T. de la Selección Nacional. Allí está la mezcla de personajes y lugares) llegó a tener en tan alta estima su desempeño que, en preparación al mundial de Chile '62, decidió foguear al portero suplente, el "Piolín" Mota en un partido en gira por Europa, con la certeza de que "El Jamaicón" era garantía de que nada llegaría a ser una amenza al arco. Ese partido resultó en apabullante derrota de ocho goles contra cero ante la selección inglesa. Al ser entrevistado más tarde, "El Jamaicón" dijo que extrañaba a su mamacita, que llevaba días sin comerse una birria y que la vida no era vida si no estaba en su tierra.
Otra anécdota futbolera sitúa la desgracia en Lisboa, antes de la Copa Mundial de Suecia 1958. Allí se ofreción una cena al equipo mexicano. Después de la cena, "El Jamaicón" abandonó el salón donde cenaba el equipo Nacional. Después de un rato, Don Nacho fue a buscarlo y lo encontró deambulando melancólico en los jardines del hotel. Dice el cronista de este relato que al preguntarle a Villegas si ya había cenado y por qué estaba afuera, éste contestó: “Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos. Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes y no esas porquerías que ni de México son".
Así las cosas, la historia termina aquí. Y la reflexión comienza.
Cuando era niño pensaba que los gringos eran lo máximo. Superman es gringo; Walt Disney era gringo; ¡hasta Darth Vader resultó ser un gringo afroamericano al conocerse la voz detrás de la máscara! Después decidí que los ingleses eran superiores. The Beatles, Alan Parsons, Phil Collins, Sean Connery (¡casi inglés! Dejémoslo en británico). No, Harry Potter no aplica. No quisiera parecer malinchista, pero es un hecho que la mercadotecnia foránea siempre ha sido mejor planeada y ejecutada. Me da tristeza saber que el sentimiento de grandeza que tenemos cuando el Puma ruge en CU, o cuando cantamos el Himno Nacional -con todo y niño caguengue y lacrimoso viendo ondear la bandera en cámara lenta- se hace chiquito cuando competimos contra alguien extranjero. ¿No que nomás mis chicharrones truenan?
Hoy escribo desde Boston, con un poquito de ese jamaicón que siempre me ha dado cuando tengo que despedirme de quienes amo. Con un poco más de calma (¿máááás?) podré contarles cómo se ha ido dando este proceso, pero por ahora, y luego que he logrado saber de dónde viene el jamaicón, quiero dejar asentado que extraño los sandwiches de frijoles de mi mamá -que dicen "Te quiero mucho" en cada pedazo-, la inmensa sabiduría y bondad de mi papá, los consejos financieros -y llenos de velado cariño- de Lucila, la ternura exotérmica de Nana, la siempre puesta al día tecnológica de Alex, el histrionismo de Ana Paula, a la más querida de mis hermanas menores, al siempre bonachón y mustio de mi cuñado, y a quien pronto va a compartir una pareja de enamorados como papás... Extraño a quien le debo el gusanito por venir a Boston, y que comparte conmigo la aventura y amor, y a quien posee más cachetes, sonrisas y belleza que pelos en la cabeza. Extraño a muchos, muchos más. Todo este blog no alcanzaría a ennumerarlos, pero sé que cada uno lo sabe. Y finalmente, para terminar el post de este día (¡por fin!), quiero dejar asentado que me dio el jamaicón desde el momento que subí al avión y se me nubló la vista, pero no voy a permitirme un 8 - 0. "El Jamaicón" no sólo era buen defensa. Dicen que era el mejor.
Yo no voy a ser defensa. Voy a ser músico. Pero no sólo buen músico. Voy a ser el mejor.
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