Wednesday, April 2, 2008

Prohibido matar

Nuestro día a día tiene historias demasiado obscuras como para aburrirlos con una de ellas, así que me tomé la libertad de copiar un párrafo desplegado a la entrada de la Agencia de Seguridad Social en mi actual ubicación. Es la última babosada de esta noche, pero vale la pena, ¡oh, sí!

W A R N I N G

It is a federal offense to kill, kidnap, forcibly assault, intimidate or interfere with designated federal employees while they are engaged in or on account of the performance of their official duties.

Violators are subject to criminal prosecution!

O dicho en cristiano:

A D V E R T E N C I A

Es una ofensa federal matar, secuestrar, forzar, intimidar o interferir con empleados federales designados mientras están ocupados en o a cargo del desempeño de sus deberes federales.

¡Los infractores están sujetos a persecución criminal!

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Así, textualito y sin licencia poética es que se los transmito. Y yo me pregunto: ¿si me despacho al empleado federal una vez que acabó sus deberes federales, ya estoy libre de toda culpa?

¡Ja ja ja ja ! Como dije antes, hay que cuidar lo que uno cena.

Con cariño,

Paco

Americano vs Regular

Tranquilos. No van a leer ningún manifiesto antiyankee que pudiera comprometer su integridad física. Sólo es un breve aleccionamiento de cómo puede usted pedir hoy, hoy su café al estar en Starbucks. Ojo: no recibo comisiones por hacer propaganda, pero créanme, su vida va a cambiar si aún no eran poseedores de este conocimiento y se hacen hoy partícipes de tan apabullante verdad.

En la mañana me preguntó mi amiga Lucas que dónde andaba y qué hacía. Contesté yo que en un café desconocido (excepto porque es la cafetería de Berklee, pero fuera de los locales, nadie más lo conoce) tomándome un té de manzanilla (que es un barbarismo... había yo de decir una 'infusión de manzanilla'... pero este post no es de té sino de café). Preguntó pues ella que por qué estaba tomando un té en desconocida cafetería, cuando mi costumbre marca tomar un café bueno, bonito y barato a esas horas del día. Díjele yo a la antes citada que no me hacía ningún buen ojito el café de esta cafetería, y que me era más conveniente estar allí que en Starbucks por razones tiempo-espaciales con respecto a mi siguiente clase. O en resumen: me daba flojera caminar dos cuadras más hasta el siguiente Starbucks, considerando que mi clase previa y posterior tenían lugar en sitios muy cercanos la una de la otra, y retirados ambos dos del Starbucks.

Sucedió pues que me dijo ella: '¡Pus qué fresa!' y díjele yo que no era una cuestión de fresez (¿existirá este término? ¿Se escribirá así? Me entendieron, ¿verdad?), sino que allí no me hacían mi cafecito americano, sino nomás un vulgar hot brewed coffe, o en otras palabras, un regular.

Diantres... en este punto, tengo que hacer varias observaciones:
  • Sí, sí soy un fresa cuando de mi café se trata.
  • Sí, lo confieso: yo he hecho (¡y sigo haciendo!) más opulento al ya acaudalado Dr. Evil de Austin Powers... o al menos a los dueños de Starbucks. ¿De verdad no será Dr. Evil el dueño de Starbucks? ¿Y si sí?
  • Sí, mi cultura cafetalera ha aumentado un poquito con el paso del tiempo, y aunque ya estoy pensando seriamente ir a algo como 'Cafeinómanos anónimos', también me jacto de tener un poco más de bagaje cultural en cuanto al precioso líquido.
  • Sí... y esto es muy vergonzoso: sigo tomando el café con azúcar, o con endulzante según mi humor. ¡Ja ja ja ja!
Bueno. El asunto es que la multicitada inquirió que qué nabos era eso del americano y del hot brewed. Y ahora, ¡ahora, señoras y señores, voy a responder a tan grande y justificada duda!

Fíjese usted que en casa, uno siempre hace su cafecito según la cafetera que uno tenga a mano, ¿no? La verdad es que esos asuntos de '¡Sale un Venti Capuccino Vanilla Light con leche deslactosada!' son francamente de local de café, y no conozco a una sola persona que de verdad se dé el lujo de dedicar tal cantidad de tiempo (¡ni de palabras!) a algo tan sencillo como una taza de café. Pero el hecho es que en estos lugares de venta de café, nos podemos dar el lujo de pedirlo, literalmente como-se-nos-pegue-la-regalada-gana. Punto. Claro que todo tiene su precio, pero bueno. Ya que vamos a gastar en un café, creo que nos podemos dar el lujo de pagar un poquito más por hacerlo a nuestra entera satisfacción, ¿no es cierto?

Luego entonces, llegando yo a tierras extranjeras (o sea, cualquier lugar fuera de México, para ser más detallados) me enfrenté a la difícil labor de pedir un café. Mi buen amigo, el Jay, me había previamente instruído en el arte de pedirlo: 'Sí, mira, llegas y le dices <> y ya con eso estás hecho'. Y pues llegué yo a pedir mi Americano Cofee, ¿no? Pero contra la costumbre de Starbucks, tardaron un bueeeen rato en entregarme mi café. Yo inferí que eso de debía a la eficiencia de nuestros baristas mexicanos, que seguro son prodigiosos y hacen el café más rapidito. Finalmente, y después de un par de minutos me entregaron mi café. ¡Qué cosa! ¡Está buenísimo! Empecé a dudar de la maestría de nuestros baristas connacionales.

A la siguiente vez que fui, la misma historia. Cuando llegué a vivir aquí, la misma historia. Y me preguntaba yo varias cosas:
  • ¿Por qué todo mundo recibe su café en segundos y yo en minutos?
  • ¿Por qué mi café sabe tan bueno aquí en comparación con el que recuerdo en la misma cadena (ya en repetidas ocasiones propagandeada) en mi terruño querido?
  • Y la más importante (y esto me surgió luego de un par de veces de que mis Matemáticas no funcionaban): ¿por qué me cuesta más dinero a mí comprar un café que a todo este hato de gringuitos?
Así las cosas, procedí a hacer lo que tiempo atrás debía haber hecho: ¡preguntarle al fulanito de la caja! Me permito destacar que me vió con cara de ígnaro, pero eso no cejó mi empeño por conocer la verdad. Quizás nada más un poquito mi aplomo, pero mi amor por el conocimiento cafetalero, ¡jamás!

Resulta ser, sobrinos y sobrinas del Tío Gamboín, que un café Hot Brewed, también llamado Regular, no es otra cosa que un café preparado en cafetera percoladora, o para los menos apasionados en el tema, el mismo vulgar café que prepararía un servidor para ustedes en su cafetera Cuisinart de 29.99 USD en su casa. Sí, un café preparado con grano molido, y por el cual el agua hirviendo pasa de modo rápido y fugaz. Simple, eficiente, rico, pero nada sensacional. Por eso, amiguitos todos, es que ese café cuesta $22 en su versión Venti en Starbucks México (bueno, excepto en el aeropuerto... ¡pero esa gente está loca!). Es el conocido 'Americano del día' allá, y en países angloparlantes, 'Hot brewed coffee' o 'Regular'.

Ahora bien, ¡el momento que todos esperaban! ¿Qué diantres es el Americano Coffe? Ah, pues es el café que en México nos venden como 'Espresso Americano'. No descarten la opción sólo por el hecho de que diga 'Espresso'. En sentido estricto, diferentes estudios han demostrado que un café espresso llega a contener la misma cantidad, sino un poco menos, de cafeína que un café de percoladora. ¿Cómo es esto? Muy fácil, el café espresso pasa una sola vez por un emplasto de café molido ultrafino, mientras que el café de percoladora tiene un contacto mayor, en tiempo y en superficie, con el grano molido en el filtro de la percoladora. ¿Y a qué venía todo esto? ¡Ah sí! Mi Americano Coffee tiene, entre otras muchas virtudes, la cualidad de ser mucho más cremoso que un regular, pese a la desventaja de su más alto precio (40 centavos de dolar por un Venti... es un pequeño lujo, pero creo que lo valgo) y de la demora en recibirlo. La forma de prepararlo es mezclar un número determinado de cargas de café espresso con agua, lo cual hace que tenga una concentración mucho menor que el café espresso solo, y le da el efecto de cremosidad ya mencionado, gracias a la mezcla de los aceites esenciales del café y el agua, que por cierto, son parcialmente inmiscibles (que no se mezclan). ¡Ah!, ¿verdad?

Como dije antes, no percibo comisión alguna por este trabajo, de modo que cualquier ayuda para el fondo de estudios de mi hija será muy bien recibido en... No, no. Me sentí cual niño guanajuatense en el Callejón del Beso. Parafraseando a estos heróicos infantes, pido una disculpa si a alguno he ofendido o insultado, o si la información que les transmití este día no ha sido de su completo agrado, pero agradezco infinitamente el favor de su atención y la oportunidad de compartir nuestra cultura.

Esto de cenar payaso no ayuda...

Mr. Heck strikes back!

El regreso a las cotidianas tareas escolares ha hecho imposible que dedique más tiempo a contar no saben ustedes cuántas anécdotas de estas últimas semanas. No, no es justificación, pero tiene toda la cara de serlo. Voy a intentar ir dando paso a los temas de mayor relevancia... ¡si es que eso existe en este ociosísimo blog! ¿Se conforman si les digo que ya pronto me pongo al día?

Vamos a empezar con una breve, pero muy valiosa anécodta de Mr. Heck... ¡una vez más! Estaba el amable varón hablando sobre la importancia del buen manejo del cambio de notas cuando se acompaña una melodía, lo cual en términos de la jerga musical se hace llamar, comping. Bueno, miento. Comping es nada más la parte de acompañar la melodía, y el manejo del cambio de notas se llama voicing. O sea que vendría a ser... comping voicing? ¡Algo así! Pero no es importante.

El hecho es que a lo largo de su disertación (oh, sí, mi clase con Mr. Heck es 40% disertación, 30% chascarrillos del tipo 'Right!, right?', 15% de saber cómo está cada quién y qué disco nuevos hemos escuchado y un 15% de comping. Por cierto... mi clase es de comping, ¡ja ja ja ja!) hizo la observación que el piano era el instrumeno por excelencia para hacer un buen comping de jazz y swing. Y empezó a llevar una cadencia de swing fenomenal. Poco después (vamos a decirlo así: unos instantes después) decidió que no era suficiente con el piano, y añadió un ritmo de la caja de ritmos integrada que tiene el teclado. No voy a entrar en detalles, pero ya entrados en gastos, Mr. Heck se aventó cuando menos 3 minutos en solitario (piano y caja de ritmos), dejándonos, entre otras cosas, con la boca abierta, y con la incesante duda de: '¿Qué hace este hombre?'

La caja de ritmos siguió sonando, pero Mr. Heck dejó abruptamente de tocar, y mirando con desconcierto, acertó a decir: 'What a Heck! So sorry! You still here? It's... it's... I'm sorry. It just sounded to good to be in a classroom and not in a dance hall or something! Piano and drums... Drums and piano... Harmony and rythm... what else could you ask for? Maybe just an ice cream! Ok, that's it for today! I'm going for an ice cream!' Y sí... allí se acabó mi clase.

¿No es una chulada el muchacho?